El proceso de cambio, aquel que según la leyenda inició sobre el ocaso del año 2005, contaba con algunas banderas y consignas que sostenían una propuesta de país. Podemos estar de acuerdo o no, pero finalmente planteaba una oferta de cómo administrar el Estado y cómo transformarlo a lo largo del tiempo.

Uno de los pilares fundamentales de esta visión de Estado se sostenía en que la bonanza económica de la época dorada de precios internacionales altos, junto con un nuevo modelo de recaudación fiscal, permitiría afrontar los tiempos difíciles mientras caminábamos hacia una industrialización que nos liberaría de la eterna dependencia de la matriz explotadora de recursos naturales no renovables, que, como su nombre lo indica, tiene un final. Y si bien es cierto que el final de la dependencia de los recursos no renovables aún está lejos, la esperanza del litio del Salar de Uyuni y la del hierro del Mutún nos ayudarán a salvar las papas. También es cierto que, en la mentada industrialización, hubo más fracasos que éxitos, así como también la profunda corrupción que implicó la gestión de cualquier proyecto nuevo.

Más allá de esto, la industrialización no llegó, probablemente se la robaron y todo lo que se acumuló durante los años de bonanza se acabó en este primer semestre de 2023. Ya no quedan reservas para sostener un modelo económico que gasta más de lo que genera de manera sostenida. No vale la pena llorar por la leche derramada, aunque sabemos quién se encargó de servir el vaso y ver cómo caía al suelo durante varios años sin hacer gran cosa, incluso llegando a echar la culpa de todo lo sucedido a un año de gestión cuando ellos llevan 17 de los últimos 18 años administrando el Estado. Incluso se jactan de haberlo construido siguiendo el modelo que querían. ¿Y ahora, qué?

Se quemaron muchos millones de dólares de esa bonanza en una subvención a la gasolina, que es quizás una de las formas más extrañas de unir a los bolivianos. Podremos tener diferencias profundas, pero probablemente todos los bolivianos estarán de acuerdo en mantener esa subvención, aunque ya no tengamos plata para pagarla. Hoy seguimos siendo un país que produce gas, pero compra gasolina del extranjero, y al final salimos perdiendo. ¿Habrá alguien en condiciones de liberar al Estado de la presión de este subsidio cuando a Evo Morales le tembló el pulso en 2011? Difícilmente Luis Arce se sienta en condiciones, aunque si le decimos que es algo en lo que puede mostrarse diferente y más valiente que Morales, de seguro despierta en él, al menos, una curiosidad morbosa. ¿Y si seguimos subsidiando, cómo lo vamos a pagar si ya no hay platita? El litio y el hierro van a tardar, más aún si Telémaco sigue robando. Y aunque en un contexto de incremento de precios internacionales de las materias primas que produce el Oriente boliviano, tendríamos un interesante camino a través del fomento a esta producción, no obstante traiga mas beneficios para la región que menos apoya al Presidente. ¿Podrá Ulises con esta tarea? ¿Querrá hacerlo?

Aunque aun nos queda el pilar bastardo que nadie quiere reconocer, aquel que también ha sostenido a la economía nacional como un secreto a voces, cada vez mas cercano en la inseguridad ciudadana que azota a nuestras poblaciones. Si, me refiero al narcotráfico. Aquel que en términos económicos continúa respondiendo al modelo agro exportador, aunque en este caso ilegal. Probablemente, a esta altura del partido, el único elemento que sostiene el modelo económico del proceso de cambio.

La preocupación es creciente, porque aquel con claridad sobre las cuentas fiscales puede ver que estamos en un callejón sin salida, las reservas se han agotado y no hay elementos que resuelvan los problemas del 2023, mientras la promesa de futuro detrás del litio y el hierro se cristaliza. La industrialización fue un fracaso rotundo, en gran medida porque se la robaron, y hoy en día el único pilar del modelo económico es el narcotráfico. ¿A dónde nos van a llevar? ¿Qué piensan hacer? ¿O simplemente están comprando tiempo hasta que llegue el siguiente?

La incertidumbre es grande y no hay respuestas fáciles. Pero una cosa está clara, la solución no puede ser seguir como si nada pasara y esperar a que las cosas se arreglen solas. Se necesita una reflexión profunda y una acción decidida para enfrentar los desafíos que tenemos por delante.

El país necesita un nuevo modelo económico que no dependa exclusivamente de la exportación de materias primas, ni del narcotráfico. Un modelo que fomente la innovación, la creatividad y el emprendimiento, y que impulse la producción de bienes y servicios con valor agregado. Un modelo que reduzca la brecha entre regiones y promueva la inclusión social. También se necesita un nuevo modelo político que promueva la transparencia, la participación ciudadana y la rendición de cuentas. Un modelo que ponga fin a la corrupción y al clientelismo, y que garantice la independencia de los poderes del Estado. Pero esto no puede ser obra de una sola persona o partido político. Se necesita la participación y el compromiso de todos los sectores de la sociedad boliviana, para construir juntos un futuro mejor.

Aviso editorial Las opiniones publicadas en la sección de Columnas de Opinión de Unitel.bo corresponden a sus autores y no son un reflejo de la línea editorial de Unitel