Precisiones necesarias sobre nuestro ingreso al Mercosur

Después de que los Congresos de los países integrantes aprobaron el “Protocolo de Adhesión” suscrito en 2015, el pasado 7 de diciembre, Bolivia se convirtió en miembro pleno del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), un proyecto de integración económica creado en 1991 conformado por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela que, en conjunto, posee una población de 300 millones de personas, registra un PIB aproximado de 2.8 billones de dólares y constituye una de las regiones con más riqueza de recursos naturales y diversidad del mundo.

El ingreso pleno implica para Bolivia la adscripción a los objetivos del MERCOSUR en su relación comercial con los países miembros, que se resumen en: libre circulación de bienes y servicios; eliminación de los derechos aduaneros y de las restricciones no arancelarias; establecimiento de un arancel externo y de una política comercial común; coordinación de posiciones en foros económicos-comerciales regionales e internacionales y de políticas macroeconómicas y sectoriales en las áreas de comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetaria, cambiaria y de capitales, de servicios, aduanera, de transportes y comunicaciones; además de lo establecido en varios protocolos sobre solución de controversias, migración, gobernanza y derechos humanos.

En los hechos, no se trata solamente de un desafío, sino de una decisión de Estado que puede demandar ajustes en las políticas de sustitución de importaciones, congelamiento del tipo de cambio o exportaciones, y que, además, necesita la aprobación de una Ley nacional expresa. Quizá por la dimensión de estos requisitos, el presidente de Uruguay LaCalle Pou, en su intervención en la LXIII Cumbre de Jefes de Estado, al dirigirse al presidente Luis Arce, le advirtió que “espera que Bolivia cumpla con los requisitos formales que todavía le quedan para ser socio pleno en el bloque”.

Sin embargo, no solo Bolivia tiene grandes retos por su ingreso a esta iniciativa. El propio MERCOSUR se encuentra en un momento crítico que desafía su capacidad para encontrar el camino de la integración plena y superar las contradicciones que se generaron por las promesas no alcanzadas, su débil institucionalidad y los cambios en la economía mundial.

Los desequilibrios y asimetrías entre sus miembros son excesivos (incluye en un mismo espacio a la 10ª y a la 96ª economía mundial), lo que impide alcanzar un verdadero mercado común, porque subsisten barreras comerciales y proteccionismo, contrabando descomunal, y diferencias de políticas arancelarias, regulaciones técnicas, capacidades productivas y recursos tecnológicos.

Los cambios constantes en la orientación ideológica de sus integrantes, la crisis que perturba de manera desigual a sus miembros, la poca inversión privada entre países, las disputas bilaterales, el incumplimiento de acuerdos e incluso la burocracia y lentitud en la toma de decisiones, están cobrando facturas muy altas e imposibilitando la consolidación de un modelo eficiente que sea capaz de responder a la avasalladora influencia de economías como la china, norteamericana o europea en Latinoamérica.

El reciente fracaso del acuerdo con la Unión Europea, la disminución del comercio intrarregional, las patentes impuestas unilateralmente por Argentina para la navegación en la Hidrovía, la exclusión de Bolivia del corredor vial interoceánico, e incluso la suspensión inefectiva de Paraguay en 2012 y de Venezuela en 2017, evidencian las dificultades que tiene esta iniciativa para aprovechar su enorme potencialidad y responder a la necesidad de construir un espacio común que impulse el desarrollo y la unidad en la región.

En su informe de 2023, sobre comercio exterior en MERCOSUR, la CEPAL afirmó que “la tendencia a la primarización, el bajo dinamismo de las exportaciones del bloque y la participación decreciente de los intercambios al interno del grupo, ponen en evidencia los magros resultados de esta unión en términos de inserción externa e integración regional”. “El comercio no fue completamente liberalizado en su espacio interno (...) tampoco se produjeron compromisos relevantes en cuanto a la complementariedad de las agendas productivas ni los mecanismos de reducción de asimetrías fueron lo suficientemente gravitantes ni sistemáticos”.

Bolivia se ha integrado para bien al MERCOSUR, y ahora corresponde implementar, con pragmatismo y serenidad, los ajustes necesarios que nos permitan aprovechar las ventajas y oportunidades de este acuerdo, fortalecer la capacidad productora y exportadora del país, eliminar las barreras al sector industrial privado, y crear la institucionalidad diplomática idónea que sea capaz de influir en las decisiones para dinamizar y hacer más eficiente el funcionamiento de esta entidad de la que ahora formamos parte en igualdad de derechos y deberes.

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