Posiblemente, la celebración de los 213 años de la Revolución Independentista de Cochabamba no tendrá la majestuosidad y brillo de otros años debido, entre otros factores, a la crisis económica y política, y a la grave sequía que ya afecta a la mayor parte de sus municipios y zonas productivas.
El tercer departamento en importancia del país, que actualmente ya cuenta con 2.107.000 habitantes y aporta con un PIB de 6.909 millones de dólares, es una de las regiones con más potencialidad en áreas como agricultura, pecuaria, turismo, servicios e incluso hidrocarburos, pero al mismo tiempo es una de las más afectadas por la compleja relación entre desarrollo y política, que hasta ahora ha sido un factor limitante en lugar de un impulsor del bienestar.
Debido a las tensiones políticas que impiden la coordinación entre sus instituciones, al aumento de los conflictos y a la dificultad para atender las demandas de su creciente población, el centro de Bolivia reporta indicadores económicos que evidencian la ralentización de su crecimiento y la frágil sostenibilidad de su desarrollo.
Pese a su ancestral prestigio como productora de alimentos, Cochabamba no ha logrado ampliar suficientemente sus volúmenes de producción agrícola para responder al incremento de la demanda interna y la exportación, debido en parte a la falta de inversión en infraestructura y tecnología que le permita fomentar la expansión de cultivos y el comercio.
Los esfuerzos notables de los productores de banana, durazno y piña, altamente requeridos en los mercados internacionales, se enfrentan a la inestabilidad social y los bloqueos de carreteras que muchas veces han perjudicado el transporte de productos al resto del país. Con algunas diferencias, esta realidad también afecta a los avicultores y los productores de leche.
La informalidad es un problema crónico en Cochabamba. Según datos de la Federación de Empresarios Privados (FEPC), en 2021, el sector formal en el departamento representaba el 20% y el informal, 80%; mientras que, en 2022, el sector formal se redujo a 18% y el informal llegó al 82%.
Junto a la informalidad, el contrabando es otro factor relevante que ocasiona el estancamiento económico del departamento. Según la FEPC, la afectación de este delito en 2022 provocó la reducción del 45% de las ventas de los negocios formales, y la disminución de la ocupación laboral en el sector productivo del 25%.
Estas barreras, además de otras no menos importantes como la contaminación ambiental, la crisis del agua, la conflictividad, la inseguridad y los avasallamientos, están generando problemas sociales principalmente en el ámbito laboral. Según datos incluidos en la Estrategia Departamental de Desarrollo, el porcentaje de personas que trabaja en el sector informal cochabambino llega al 61%, lo que significa que una gran cantidad de trabajadores no tienen acceso a seguridad social ni a beneficios laborales, sosteniéndose su vulnerabilidad y limitando el desarrollo económico de la región. Quizá lo más grave en este escenario es el indicador de pobreza. Según el informe del CEDLA, en 2019, el 58% de la población en Cochabamba estaba en situación de pobreza multidimensional, es decir que enfrentaba carencias en áreas como vivienda, educación y salud.
Sin embargo, y pese a un escenario complejo y desafiante, los problemas nunca han doblegado la pujanza y el vigor de este departamento que, a lo largo de su agitada historia, ha sido protagonista del desarrollo económico del país, ha contribuido al sostenimiento de la democracia y los derechos ciudadanos y ha sido baluarte de la integración y la unidad de los bolivianos.
Hoy, los cochabambinos se enfrentan a la disyuntiva entre seguir confiando su desarrollo a las decisiones del poder central, sujetas a las contradicciones y divisiones de los políticos, o converger en un enfoque integral que involucre a la sociedad civil y fundamentalmente al sector privado.
Los desafíos están planteados y el tiempo de las decisiones apremia, en una realidad cambiante que demanda un nuevo rumbo en la forma de gestionar el desarrollo, con amplia participación ciudadana, diálogo social y priorización del bienestar local, que se sustente en la inversión, la estabilidad y la búsqueda de la unidad para el progreso con justicia y equidad. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrán superar los desafíos que enfrenta Cochabamba y se podrá construir un futuro más próspero y sostenible para esta región de Bolivia.
Desde este espacio de reflexión, envío mis mejores deseos para que este hermano departamento sostenga el sitial que alcanzó por mérito propio, gracias al trabajo creador y el compromiso de sus hijos que lo representan dignamente en cada rincón del país.