Las PASO argentinas nos han traído un huracán, el huracán Milei. Lo interesante es que antes de las PASO, las encuestas no le daban un espacio relevante pero eso no inhibía que los comunicadores lo tuvieran presente en los medios. Como un starsystem de los mejores años de Hollywood...Y lo entiendo, claro que sí, con un presidente tan fome como Alberto, una CFK tan desagradable en caída y un Mauricio más decido en el bridge que en ejecutar la política (¿recuerdan el gradualismo?), todos en una especie de parodia sardónica; al menos “El Peluca” (no tiene que ver nada con El Pelusa occiso) día por medio (ahora todos los días) les llenaba espacios. Y no con lastimeros tangos... quizás más candombe de lubolos... (para no mezclar con Lula).

Y, sin duda alguna, el huracán Milei tras las PASO trascendió fronteras: desde Bloomberg a Deutsche Welle; desde The New York Times a la BBC, en francés (el que se habla también en Níger, Gabón, Mali y Burkina Fasso), en árabe, en mandarían y cantonés, en indi y urdu, en parsi y en pastún, en ruso también...en todos los idiomas han hablado de Milei.

Y han brotado filomileis como hongos: los que lo corean y los que —eso dicen— quieren imitarlo. (Pero me escuece una pregunta: coregos y copiadores ¿entenderán cuál es el radical anarcocapitalismo libertario de su “¡dinamitemos todo!”?; ¿o quizás sea más una no-reflexión gonadal-estomacal por la indigesta inflación que va a sobrepasar el 120% —y más— antes de octubre, el futuro ni ni, la sensación translimita de Argentina y el “más de lo mismo” de “la casta”...?).

Tanto que ha empezado a opacar a Bukele en las noticias diarias. Y ese sí es un fenómeno.

Nayib Bukele Ortez era en junio el presidente más popular de Latinoamérica, según CID Gallup: el 90% (Bolivia no aparece entre los 13 medidos), y no creo que haya sucedido nada para bajar su calificación. Y, al margen de ser el “Presidente Bitcoin” millennial y que la economía salvadoreña no está tan boyante (el PIB anual está pronosticado el 2,4% —FMI—; el IPC —la inflación— interanual ha crecido el 3,3%; la deuda pública total es de USD 25.709 millones), su gran éxito fue la implementación del Plan Control Territorial [PCT] y el régimen de excepción implementado que logró reducir la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes de 38,18 en 2019 al 7,8 a fines de 2022 —el gobierno afirma que a mediados de agosto de este año estaba en 2,2—, la más baja de Centroamérica (El Salvador sufrió dos “picos” de violencia desmedida: en 1995 con una tasa de 141,72 y en 2015 con 105,0; en 2019, cuando se implementó el PCT, fue de 38,18 —la mundial fue de 8,8 ese año— y en 2022 el gobierno decretó el régimen de excepción tras el día más violento en la historia de El Salvador: 62 asesinatos el 27 de marzo de ese año). La PCT y el régimen de excepción se han traducido en 61.300 pandilleros detenidos en todo el país desde marzo de 2022 y la inauguración del “Centro de confinamiento del Terrorismo”, una nueva mega-cárcel (la mayor de Latinoamérica) con capacidad para 40.000 personas en las cercanías de San Salvador.

Pero no es lo único mencionable —prefiero no decir “destacable”— del “dictador más cool del mundo mundial” como él mismo se definió. A la suma de poderes extraordinarios —el original régimen de excepción por seis meses se ha prorrogado semestre a semestre hasta ahora—, el cooptamiento del Poder Legislativo —basta recordar que el 9 de febrero de 2020 (antes de las legislativa de 2021 cuando Nuevas Ideas [partido fundado por Bukele en 2017] obtuvo 56 de 84 escaños, sin contar aliados, lo que le dio el mayoría omnímoda de 67) entró con militares al hemiciclo y plantó tanques afuera para que se aprobaran medidas que la entonces oposición no permitía— y del Judicial —defenestración “legislativa” de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal General, así como la posterior purga de jueces y fiscales—, su repostulación —prohibida en la Constitución vigente pero aprobada por los nuevos magistrados constitucionales que nombró la Asamblea Legislativa bukelesca, a la que se suma la ley para penar a quienes se opongan a la misma—, la coacción a la prensa y ONGs... Todas estas medidas, amparadas en la consigna de “lucha contra la corrupción” —realmente un mal endémico en El Salvador, tanto de gobiernos a la derecha como a la izquierda— y complementadas por la reducción de los municipios del país a 44 de 262 hasta entonces —también justificado en la eficiencia, la reducción de la burocracia y la lucha contra la corrupción—, unidas con los resultados del régimen de excepción ya mencionados, perfilan un panorama, cuando menos, muy cuestionable.

Bukele no tuvo que dolarizar el país: el primero de enero de 2001 El Salvador adoptó el dólar de EE.UU. como moneda oficial, renunciando de su independencia monetaria y cambiaria y vinculando su economía con las políticas de EE.UU. Un paso delante sobre Milei.

¿Terremoto o tsunami?

Bukele y Milei, Mikele y Bulei, son dos fenómenos que han remecido la política latinoamericana —tan dada a los matices zurdos y derechos—, con adherentes y protoseguidores.

¿Terremotos o tsunamis? ¿Tirarán todo —el salvadoreño va avanzado en ello— para reconstruirlo o serán fuerza arrolladora que destruye para que, alguien detrás, deba reconstruir todo? A fin de cuentas, con sus matices, van hacia el mismo propósito y con las mismas herramientas: manejo maestro de las redes sociales (sobre todo el millennial Twitter), un apostolado para acabar con la casta —como se le llame en El Salvador— y “forjar el cielo en la Tierra”.

El bukelismo se autodefine como un «fenómeno sociopolítico posmodernista que rompió con los metarrelatos del modernismo ideológico». El mileismo va como una fuerza ultralibertaria —anarcocapitalista— millennial y centennial que «rescata al individuo» y «rompe esquemas y cadenas». Dos fenómenos muy similares —amén de matices y discursos— en una Latinoamérica donde al «54% de 20.000 encuestados no le importaría que un Gobierno no democrático llegue al poder si pudiera resolver los problemas de la nación» (Latinbarómetro 2023). Dieciocho alternancias en el poder desde 2018 en Latinoamérica, sumado con el malestar hacia la política, el alejamiento de los partidos, el abstencionismo y el creciente voto nulo y blanco son muestra de una manifiesta recesión de la democracia.

Bukele y Milei, Mikele y Bulei: Libertarios o populistas o populistas libertarios. Dos caras de una misma moneda. Falta por ver.

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