Con mucha unión cívica, el departamento de La Paz acaba de conmemorar, el pasado 16 de julio, los 214 años de su gesta libertaria. Ha resaltado en esta celebración, la unidad y el evidente orgullo e identidad regional que caracteriza a los paceños que viven en todos los rincones del país.

Y no es para menos. Hace 123 años, tras la llamada Revolución Federal, La Paz se convirtió en la sede de gobierno y por lo tanto en el centro del poder político nacional. La Paz fue protagonista de la Revolución Nacional de 1952, de la recuperación de la democracia en 1982 y de las transformaciones de 2005, que dieron nacimiento al Estado Plurinacional. Hoy es sede de tres Órganos del Estado, de las principales instituciones y organizaciones nacionales y de las embajadas y organismos internacionales. Su papel en la construcción de Bolivia como la entendemos hoy es innegable y destacable, no solo en el campo político sino también en la producción cultural, el nacimiento de la industria, la creación del sistema financiero y la construcción de la democracia.

Ser sede de gobierno le ha endilgado a La Paz (de manera injusta, en mi criterio) la culpa de haber construido un centralismo secante que perjudica al desarrollo integral de la nación, cuando en realidad esa forma de ejercer el gobierno es ajena a la voluntad de los paceños, porque responde a la visión de los partidos que, una vez en el poder, delegan las decisiones de Estado a pequeños grupos de jerarcas del partido de turno, que poco tienen que ver con las regiones. De hecho, las estadísticas muestran que en la época de mayor concentración de poder se ha producido un descenso o cuando menos un estancamiento, en el crecimiento departamental.

En efecto. La Paz ha dejado de ser el principal motor económico del país y sus indicadores de desarrollo tienden a ralentizarse. Para 2022 la contribución del PIB del departamento paceño en relación al PIB nacional fue del 27% frente al 34% de Santa Cruz, y entre 2012 y 2021, creció a un promedio de 3,7% frente a 5.2% del departamento oriental. La disminución de su crecimiento también se expresa en la industria manufacturera cuya participación en el PIB departamental descendió de 10,4% a 8,2% en los últimos 16 años.

Pero también en el ámbito social muestra la misma tendencia. De acuerdo al Instituto de Investigaciones Socio Económicas (IISEC), con datos del INE, a 2021 La Paz es el cuarto departamento en incidencia de la pobreza moderada, con un 39,6%, mientras que el promedio del país alcanza a 36,4%, además diversos estudios muestran una sociedad con problemas de empleo precario, contaminación ambiental, desigualdad e inseguridad ciudadana.

Esta realidad y los profundos cambios internos y externos, generados en el pasado reciente, evidencian que La Paz se encuentra en una etapa de inflexión y de grandes desafíos, que tienen que ver sobre todo con la necesidad de equilibrar su rol político con su desarrollo económico y el bienestar sostenible de sus habitantes.

Irónicamente, ser el centro del poder estatal se está convirtiendo en una barrera para su progreso. La excesiva politización de sus instituciones locales ha resultado en una permanente polarización que las vuelve poco eficientes, y sus élites políticas han privilegiado la visión ideológica antes que el desarrollo de las enormes potencialidades económicas que posee la región en minería, agropecuaria, energía, turismo, comercio internacional, industria, manufactura y servicios.

Quizá los que mejor han entendido esta necesidad renovadora son sus empresarios, que en los últimos años han mostrado una mayor disposición a anteponer el bienestar de sus habitantes a los conflictos ideológicos y partidarios. Los miles de notables emprendedores en El Alto, junto a sus industriales y productores, hace mucho que se han alejado de las consignas y los enconos y construyen el bienestar con tesón, trabajo creativo y mucho sacrificio, en medio de normas regresivas, informalidad creciente y contrabando asfixiante.

Es precisamente esa voluntad la que ha impulsado proyectos como la Marcha al Norte, liderada por la Cámara Nacional de Industrias y la Cámara de Industria y Comercio de La Paz, que busca concientizar sobre la necesidad de explotar las grandes potencialidades que guarda ese vasto territorio. Con una visión estratégica, integral y liberada del lastre político, el desarrollo del norte puede convertir a la enorme y postergada región amazónica paceña en el nuevo polo de crecimiento industrial, energético y turístico, beneficiando también a los departamentos vecinos de Beni y Pando. Es una gran oportunidad cuya concreción depende de la voluntad y el trabajo de los hijos de esta noble tierra.

Desde este espacio, como boliviano y como cruceño, expreso mi homenaje a los paceños que, en todos los rincones de la Patria aportan con tesón y esperanza a su tierra, a las regiones que los acogen y al país entero, que hoy nos necesita unidos y libres.

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