Sigamos bordando la narrativa del café con los hombres y mujeres de buena voluntad que mantienen la decisión de trabajar y producir en un país digno. Esta es una investigación apasionante.
En 1714, el alcalde de Ámsterdam le regaló plantas de café al rey Luis XIV de Francia. Gabriel de Clieu, oficial de la armada francesa, en 1723 obtuvo una de ellas directamente del Jardín Real Botánico de París, trasladándola a Martinica, isla francesa ubicada cerca de Venezuela y Puerto Rico. La planta se adaptó muy bien al clima de la isla y al cabo de 50 años, se contabilizaban 19 millones de cafetos. Otra investigación señala que fueron los holandeses quienes lo introdujeron en lo que hoy es Surinam y luego los franceses a principios del siglo XVIII, lo llevaron a Colombia y Brasil. Ambas historias coinciden en señalar los inicios del siglo XVIII como la fecha que el café llega a América.
Para el objeto de nuestra investigación, está registrado que en 1730, los jesuitas sembraron café en la Nueva Granada (hoy Colombia), con granos que habían llevado viajeros provenientes de las Guayanas, a través de Venezuela. Los jesuitas habían creado la Provincia Jesuítica del Perú en 1568, la más antigua de Hispanoamérica bajo el mando del Superior General San Francisco de Borja, teniendo esa provincia relación con los jesuitas de Nueva Granada.
Los jesuitas llegaron al hoy territorio boliviano, en 1572, desde el Perú. En 1675, los jesuitas Pedro Marbán y Cipriano Barace inician la evangelización de los pueblos que habitaban la llanura de los ríos Mamoré y Guapay, teniendo como centro de operaciones administrativas, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Algunas de las expediciones misionales a Chiquitos se originaron en Tarija, donde la orden estableció un colegio en 1691, patrocinado por el Marqués del Valle de Tojo. Santa Cruz fue también el centro de las operaciones comerciales y las comunicaciones con las misiones de Moxos y Chiquitos durante todos sus años de existencia”, aunque ambas mantuvieron separada la relación de autoridad definida por la Orden, Moxos dependía de Lima, Chiquitos de Asunción.
Los jesuitas habían participado en varias expediciones de exploración de la zona (1595, 1617, 1667), y en 1671 el Provincial de Lima encargó al colegio de Santa Cruz la instalación de misiones estables. Luego de varias campañas, en 1682 fue fundado el primer pueblo, Loreto.
En 1607 se crea la jurisdicción jesuítica de Paraguay, que incluyó Chile y Argentina, y de la que dependían las Misiones de Chiquitos; la primera misión de Chiquitos, San Francisco Xavier, se fundó en 1691.
¡Y aquí empieza la magia! Dice la Crónica: “Desde un punto de vista agronómico, la extrema humedad condicionaba además la agricultura: el mercado español, ávido de pan y vino, no logró adecuar ni el trigo ni la vid, aunque encontró en los cultivos tropicales un sustituto eficiente. En las zonas altas el maíz – que se cosechaba dos o tres veces al año y en las zonas más deprimidas, la caña de azúcar, el café – sobre todo en las misiones de San Pedro y San Javier (próximas a Trinidad) – el tabaco, la mandioca, el arroz, los plátanos, el maní y las legumbres formaron los recursos alimenticios básicos de la población local y del giro exportador.” “Algunos productos tropicales de Moxos también aparecen en el país chiquitano: algodón, arroz, azúcar, cera. Se produce añil, crecen tamarindos, se usa el bálsamo de copayba, la vainilla y árboles como el totaiz y el tonaquí de cuyas fibras se hila (Villaurrutia 1789).” (La economía de Moxos y Chiquitos (1675 – 1810) Daniel J. Santamaría)
Ahora ya podemos precisar que fue a Moxos dónde llegó primero el café a Bolivia; los estudios concuerdan que a Yungas lo hizo a finales del siglo XVIII cuando esclavos que huían de los trabajos inhumanos en territorio actualmente brasileño trajeron, como parte de sus pertenencias, semillas de café.
El camino abierto por los jesuitas que introdujeron la siembra del café en el territorio que hoy es Colombia, fue expandido a la Provincia Jesuita del Perú hasta llegar a Moxos y junto con el cacao, fueron productos aprovechados en dichas Misiones.
¡El camino permite seguir sembrando, desde el Beni, un cafetal del tamaño de Bolivia!