Siempre escuché, y experimenté, eso de que “el periodismo es el mejor oficio del mundo”. La frase popularizada por Gabriel García Márquez dejó abierta la polémica con otros rubros, a cuyos trabajadores se les atribuía reclamar la mentada satisfacción en el ejercicio laboral, entre ellos pilotos de avión, actores de cine porno y estrellas de rock. Y como todo suele tener dos caras, quedaba en el aire la pregunta de cuál es entonces el peor oficio del mundo: entrenador de fútbol siempre aparece en esa lista negra.

Porque mientras la mayoría de las profesiones tiene una evaluación que por lo general se realiza al cabo de un año, o por lo menos luego de algunos meses, la capacidad del entrenador es juzgada desde las tribunas cada domingo, o incluso dos veces en la misma semana, tomando en cuenta la cantidad de partidos que se programan en el cada vez más tupido calendario de torneos.

Encima de eso, la capacidad que pueda demostrar un director técnico no depende exclusivamente de sí mismo, sino de una serie de variables, que pasan por el nivel de sus jugadores, la capacidad del rival, los arbitrajes; incluso, al tratarse de un juego, el azar puede, o no, estar de su lado. Pero al ser el conductor de un grupo, sobre su cabeza recae la responsabilidad de los éxitos y de los fracasos.

En Bolivia, ser entrenador puede ser considerado uno de los peores oficios del mundo. Porque a los puntos citados arriba, se tiene que sumar el exitismo de hinchas y dirigentes, que tras un par de derrotas ya comienzan a pedir ‘que rueden cabezas’ y claro, es más fácil despedir a uno (el DT), que a los 30 futbolistas que integran un plantel. La tiranía del resultado no admite explicaciones de buen trabajo, de procesos que llevan tiempo para llegar a la meta, ni siquiera de beneficios colaterales (formación de jugadores, dejar un patrón de juego) cuando los títulos se hacen esperar.

El viernes pasado le tocó el turno a Erwin Sánchez, cuya labor en Oriente Petrolero finalizó tras dos años y cinco meses en el cargo, inusual permanencia para un medio como el nuestro, marcado por los despidos apresurados. Como los de Christian Reynaldo y Juan Pablo Grass, tras apenas tres partidos en el inicio de esta temporada.

Según un estudio reciente del Football Observatory de Suiza (avalado por FIFA), Bolivia tiene la liga con mayor inestabilidad de Sudamérica para el trabajo de los entrenadores. Unos despidos podrán ser considerados justificados, otros no, pero en el global las cifras arrojan que ser DT en nuestro país es una profesión de alto riesgo.

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