La coyuntura política en lo que va del año no hace otra cosa que recordarme el juego de la silla. Ese divertido juego de eliminación, donde varios contendientes van dando vueltas alrededor de las sillas mientras la música suena, pero apenas deja de sonar surge un auténtico espectáculo de poder. Sobre todo, cuando las sillas son escasas o, más aún, cuando solo queda una. Quien haya jugado este juego en la infancia sabrá que uno recurre a todos los medios posibles para quedarse con la última silla, sin otra motivación que el honor frente a los otros niños (o una subconsciente muestra de poder).

Es inevitable recordar también la aclamada serie de HBO “Juego de Tronos” que, para quien no la ha visto, trata de la pugna de las casas nobiliarias de los siete reinos por el control del Trono de Hierro. Y es que, desde los obsoletos tronos monárquicos hasta una silla de plástico en una humilde testera en algún rincón de los Andes, las sillas son símbolos de poder. Recordemos que, hace no mucho, bastó que un dirigente comunitario del MAS, en Cala Cala, retire abruptamente la silla donde se iba a sentar Evo en la testera, para que éste mande a golpearlo y chicotearlo brutalmente, sin misericordia alguna. No solo a él, sino a su familia, provocando un aborto a patadas. Otra muestra de la vocación democrática de Evo.

Lo cierto es que el mal gesto de este dirigente refleja nuevamente lo resquebrajado que está el MAS. Es una cuestión simbólica, a través de una silla. Se trata de mostrar que Evo no merece sentarse en una testera ni mucho menos retomar la silla presidencial, porque ya cumplió su tiempo o, al menos, sospecho que esa fue la intención subyacente del dirigente masista. Recordemos, también, que Evo ya tiene su historia con las sillas. Especialmente las sillas de plástico azules. Como aquella vez, en alguna de las “guerras de sillas” de los ampliados masistas, cuando arrojaron una silla en rechazo a Evo. En Shinahota, en pleno Chapare. Aquí me detengo, sin profundizar, que al hablar del MAS, me refiero a las distintas fracciones del bloque en el poder en pugna (arcistas, evistas y otras de menor calibre).

Pero volvamos al juego de la silla, porque en este juego también entra el presidente Arce, que busca reelegirse y pugna por la silla del despacho presidencial contra Evo, que es su único contrincante significativo. No es novedad para nadie en Bolivia que la oposición al MAS es estéril en su función de contrapeso político. La verdadera oposición al MAS es la ciudadanía cruceña, como sociedad civil organizada, que va más allá de cualquier caudillo local. Es así que el futuro político del estado boliviano se definirá intrahegemónicamente, ante la ausencia de algún proyecto de estado alternativo que pugne por el sentido común de la sociedad boliviana. La gran ventaja de Arce es que cuenta con el aparato del estado (burócratas + recursos).

Como se podía pronosticar desde hace unos años, el declive político del proyecto del Estado Plurinacional se producirá más por las pugnas internas del MAS que por alguna propuesta de la oposición, que se limita a un rol reactivo (cada que el MAS prende y apaga la música, si me dejo entender). No existe certeza de quién ocupará la silla presidencial en 2025, pero no hay duda de que el MAS intentará resolver la cuestión (entre Evo y Arce) internamente. Porque saben que la única manera de reproducir la dominación sobre la sociedad boliviana es manteniendo la unidad en torno al Pacto de Unidad (valga la redundancia). De lo contrario, sería un “suicidio electoral”, como ya lo advirtió Linera hace unos días.

Otra pugna es por la silla del despacho del gobernador de Santa Cruz. Camacho fue tristemente removido del mapa político con las artimañas jurídicas oficialistas, que no son sorpresa para nadie. Era cuestión de tiempo para que el gobierno central se deshaga de Camacho, con apoyo de ciertos sectores (empresariales) de la cruceñidad. A ambos grupos de poder les incomodaba Camacho, más aún después del caprichoso paro de 36 días, extendido sin otro motivo que no saber cómo reconocer la derrota política. Ahora ya se definió que continuará ocupando la silla del gobernador en Santa Cruz.

CREEMOS tenía la firme línea de que Camacho continúe siendo gobernador, aún desde Chonchocoro. A mi parecer, dejando ver la vertiente populista, por tanto, caudillista, de dicho partido político. Ya que, frente a la falta de un presidente de la Asamblea Legislativa Departamental que haga cumplir la ley (el Estatuto Autonómico que tanto sudor y sangre le costó a los cruceños durante siglos de lucha), tenemos que conformarnos con las decisiones políticas de Zvonko y compañía, sobre la situación Camacho. Por supuesto que el MAS buscaba cumplir su estrategia política de desplazar a Camacho, que era una piedra en el zapato por su irreverencia frente al poder central, pero la ley es la ley y está para cumplirla. Lamentablemente, no fue así.

La Asamblea Legislativa Departamental tenía que determinar la ausencia del gobernador, lo que hubiera derivado legalmente en que el vicegobernador asuma el cargo. Todos sabemos que Aguilera ganó exactamente con los mismos votos que Camacho y su única razón de ser en el cargo de vicegobernador es justamente remplazar al gobernador en caso de ausencia. Si se hubiera cumplido con la ley, o sea, el Estatuto de Santa Cruz, ya tendríamos gobernador presencial y no a distancia, pero este juego no se trata de cumplir la ley, sino de pelear por la silla, casi como en la infancia.

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